miércoles, 30 de julio de 2014

Sé ridículo, finge.

Es tremendamente sencillo entregarse a las rutinas estúpidas y a los convencionalismos sobre lo que hay que hacer, lo que hay que pensar, lo que hay que sentir, ridículo, ¡todo es ridículo! 
Aún más sencillo es fingir que se está bien, que se es exitoso porque se tiene dinero en el bolsillo o porque "amaneciste de una pieza y muchos no pueden decir lo mismo"; es sencillo fingir que el día siguiente será menos miserable por el simple hecho de que es un mañana y por ende hay una nueva posibilidad para mejorar, para "crecer y ser una mejor persona" ridículo, ¡todo es ridículo!
Aún en la adultez sigue siendo sencillo tirar la piedra y esconder la mano, tan sencillo como cerrar los ojos y pretender que no detestas todas y cada una de las partículas a tu alrededor, desde el aire que respiran los otros hasta el espacio que ocupas con tu propio cuerpo, un cuerpo que también detestas pero que, de nuevo, "amaneció de una pieza y muchos no pueden decir lo mismo." así que ya está, respiras, te rompes los tímpanos con música alegre y cuentas hasta veinte, sientes el peso de aquello que lento pero seguro te va reptando pierna arriba, enrollándose en tu cuello y ahogando toda opción de gritar o pedir ayuda, así que lo ocultas lo mejor que puedes y finges que no es un problema, porque la mierda de vivir es que muchas veces resulta menos doloroso fingir que admitir que estás roto por dentro.


jueves, 24 de abril de 2014

El miedo.

Me gusta creer que escribo para mí, no para lo que los pocos desocupados que se pasan por aquí esperen o quieran leer de mí (de hecho, ¿siguen habiendo desocupados? posiblemente no.). Hoy me siento en la onda del miedo.

El miedo se supone que es una condición normal, biológica, natural, innegable de nosotros, pobres seres humanos, pero ¿qué se hace cuando el miedo se convierte en una constante en tu vida?

Tengo miedo a muchas cosas, y lo curioso es que con el paso del tiempo en lugar de disminuir, el listado de mis miedos parece crecer más y más: le temo a los sapos, a la muerte, a que me diagnostiquen una enfermedad grave, al silencio, a salir de casa y no volver, al cambio, al fracaso..... supongo que es parte de ser humanos, entre más vives más enfrentas y más situaciones te hacen cuestionar tu zona de comfort y tus propios límites, comienzo a creer que crecer no se trata de hacerse el valiente, sino de reconocer que a pesar de los miedos se es más fuerte, más grande y más valioso que aquello a lo que se teme.

Me gustaría creer que algún día el miedo se irá del todo, o al menos, se hará más llevable, pero lo cierto es que, a veces, admitir la derrota y esconderse bajo una montaña infinita de animales de peluche, cobijas y almohadas suena más práctico que seguir luchando contra aquello que con tanto ahínco y paciencia te persigue día tras día, ¿quién demonios le dijo al miedo que estaba bien jugar conmigo? de día, de noche, estando en la Iglesia, ¡en todas partes!

Si el miedo nos hace más humanos entonces me gustaría simplemente no ser humana, pero si lo pienso con calma, en realidad, todos los seres sienten miedo, por el simple hecho de que todos los seres, quieran o no, aman algo. A sí mismos, a su esencia, a aquello que les dio vida, y si aman algo temerán perder ese algo, ¿o no? (desvariar en exceso, otro de los miedos a agregar a mi lista.) 

Incluso, le temo a las telarañas de este blog, es difícil perderte en tus propias palabras cuando le has tomado miedo a lo que tu propia mente puede fabricar....


Previous Post Next Post Back to Top