miércoles, 30 de julio de 2014

Sé ridículo, finge.

Es tremendamente sencillo entregarse a las rutinas estúpidas y a los convencionalismos sobre lo que hay que hacer, lo que hay que pensar, lo que hay que sentir, ridículo, ¡todo es ridículo! 
Aún más sencillo es fingir que se está bien, que se es exitoso porque se tiene dinero en el bolsillo o porque "amaneciste de una pieza y muchos no pueden decir lo mismo"; es sencillo fingir que el día siguiente será menos miserable por el simple hecho de que es un mañana y por ende hay una nueva posibilidad para mejorar, para "crecer y ser una mejor persona" ridículo, ¡todo es ridículo!
Aún en la adultez sigue siendo sencillo tirar la piedra y esconder la mano, tan sencillo como cerrar los ojos y pretender que no detestas todas y cada una de las partículas a tu alrededor, desde el aire que respiran los otros hasta el espacio que ocupas con tu propio cuerpo, un cuerpo que también detestas pero que, de nuevo, "amaneció de una pieza y muchos no pueden decir lo mismo." así que ya está, respiras, te rompes los tímpanos con música alegre y cuentas hasta veinte, sientes el peso de aquello que lento pero seguro te va reptando pierna arriba, enrollándose en tu cuello y ahogando toda opción de gritar o pedir ayuda, así que lo ocultas lo mejor que puedes y finges que no es un problema, porque la mierda de vivir es que muchas veces resulta menos doloroso fingir que admitir que estás roto por dentro.


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