viernes, 27 de diciembre de 2013

Mi amigo el Vikingo

En ocasiones te topas con personas que de un momento a otro te alegran la tarde, y eso me pasó con el "Vikingo". Así lo llaman sus compañeros de la empresa de transportes en que trabaja y me recordó a Papá Noel: cabello blanco, bigote adorable y ojos claros y bonitos, un rostro bastante ameno con el que encontrarse luego de casi 20 minutos esperando en la escalofriante carrera décima de Bogotá  a que un bus se apiadara de llevarnos a mí y a la enorme bolsa con refractarias de vidrio que llevaba.

No solo me dejó ir en la cabina con él, (cosa que no pasa a menudo) sino que me contó algunas de las muchas historias sobre sus andares por las vías bogotanas, pero no desde la perspectiva que acostumbramos oír e incluso contar de nuestra propia piel (esa en la que todos los conductores son unos guaches y la ciudad es una mierda) sino de la del hombre que trabaja 18 horas al día  haciendo recorridos de 4-6 horas por ruta (así es, tal vez la ciudad sí sea una mierda) y que por no dejarse robar casi pierde la visión porque "el ampón ese" rompió los vidrios de su vehículo y en consecuencia, el Vikingo estuvo 5 días expulsando esquirlas de vidrio de sus ojos.

 Muchas historias, muchas cuadras, pocos semáforos en verde, pero al Vikingo no parecía importarle en absoluto, incluso negociaba con los jóvenes de la 53 que acostumbran pedir "que si porfa los lleva por dos mil". Manejaba con la tranquilidad de quien lleva años, quizás décadas al volante, y no se preocupada por el frenético timbre que le pedía parar en una esquina onoportuna "hay que parar cuando hay que parar" sabio consejo el de mi amigo conductor.

Al acercarse a la parada final (y en la que todos nos bajábamos, bendito sea el sol por todavía seguir ahí arriba) el Vikingo suspiró y me dijo "tenga mucho cuidado por favor, estamos en una ciudad de locos... Ah sí, ¡y feliz año!"

Mientras cruzaba la calle rumbo a mi casa concluí que, ya que no suelo toparme con gente tan amable en mi diario vivir, comienzo a creer que el "Vikingo" era en realidad Santa Claus, y ahora los trineos son busetas que pasan por los lugares más inesperados de la ciudad....

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